Pero Aladino, sin miedo ya,
las salas y
hasta la entrada de la cueva. En un cuadrado de luz de atardecer se perfilaba la figura del mago, inclinado impacientemente sobre la cueva. Aladino
:
- ¡
, tengo la
! Haced el favor de darme la mano para subir, pues vengo muy cargado de frutas.
El mago africano
burlonamente, y
:
-Hijo
, dame antes la
para que no te estorbe.
-No me estorba la
, y
llevo encima de ella demasiadas frutas, que pueden caerse. En cuanto suba os
vuestra
.
El mago
de
, mirando a todas partes como un lobo:
-Dame la
, Aladino.
-No puedo,-se
el muchacho-. No
encontrarla, porque mi
llena de frutas, y temo que se caigan.
Las pupilas del africano eran dos puntos de oro en el
. Se acercaba un grupo de aldeanos que
de la ciudad. Todo estaba perdido y su misterio descubierto. Lleno de furor
unos granos de incienso en el rescoldo del fuego,
silbando como una
algunas palabras
y la losa de piedra
de nuevo la entrada de la caverna, y todo
como antes.