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Aladino - 1

Había una vez una mujer viuda que tenía un hijo llamado Aladino, un niño descuidado y holgazán que no hacía más que jugar todo el día en la calle con niños pequeños ociosos como él. Un día, mientras jugaba en la calle como de costumbre, un extraño se le acercó y le preguntó:

—¿Eres tú el hijo del sastre Mustafa?

—Lo soy, señor - respondió Aladino-, pero murió hace trece años.

Entonces el desconocido, que era un mago africano, le dijo:

—Soy tu tío Ali y te conocí por tu parecido con mi hermano. Toma estos dos dinares para que compres algo de comer y dile a tu madre que esta noche voy a cenar con vosotros.

Aladino corrió a casa y le contó a su madre sobre su tío recién encontrado.

—Efectivamente, hijo, -dijo-. Tu padre tenía un hermano, pero siempre pensé que estaba muerto.

Preparó la cena y ordenó a Aladino que buscara a su tío, quien llegó cargado de vino y fruta. Comentó que llevaba cuarenta años fuera y que no había tenido noticias de la muerte de su hermano.

Al día siguiente, el mago llevó a Aladino muy lejos de las puertas de la ciudad hasta llegar a dos montañas divididas por un estrecho valle.

—No iremos más lejos - dijo su tío-. Recoge leña para encender un fuego.

Cuando se encendió el fuego, el mago arrojó sobre él un poco de incienso que sacó de un bolsillo, al mismo tiempo que decía algunas palabras mágicas. La tierra tembló un poco frente a ellos, dejando al descubierto una piedra de mármol rosa con un anillo de latón en el medio para levantarla. Aladino intentó huir, pero el mago lo atrapó y le propinó un golpe que lo derribó.

—No temas nada, pero obedéceme. Debajo de esta piedra hay un tesoro que será tuyo y nadie más podrá tocarlo, pero tendrás que hacer exactamente lo que yo te diga.

Al oír la palabra tesoro, Aladino olvidó sus miedos y agarró el anillo como le dijeron, diciendo los nombres de su padre y su abuelo.

—¡Soy Aladino, hijo del sastre Mustafa, nieto del sastre Yousuf!

La piedra se levantó con bastante facilidad y aparecieron siete escalones.

—Baja - dijo el mago-. Al pie de esas escaleras encontrarás una puerta abierta que conduce a tres grandes pasillos. Sigue por el pasillo de la derecha que conduce a un jardín de magníficos árboles frutales. No toques nada y continúa hasta llegar a una terraza donde hay una lámpara encendida. Derrama el aceite que contiene y tráemela. A la vuelta puedes coger lo que quieras.

Aladino encontró todo tal como le había dicho el mago. Al cruzar de nuevo el jardín quiso comer alguna fruta pero vio que eran diamantes y piedras preciosas, así que guardó la lámpara debajo de la camisa y llenó los bolsillos con la fruta de los árboles. Al llegar la boca de la cueva el mago ordenó:

—Date prisa y dame la lámpara.

—La tengo escondida debajo de la camisa y no puedo sacarla. Espera a que esté fuera y te la daré.

El mago se enfureció terriblemente pues quería que Aladino quedase encerrado dentro de la cueva y, echando más incienso al fuego, dijo algo, y la piedra volvió a su lugar.

El hombre abandonó el país, pues no era tío de Aladino sino un mago astuto, que había leído en sus libros de magia sobre una lámpara maravillosa que lo convertiría en el hombre más poderoso del mundo. Aunque él sabía dónde encontrarla, solo podía recibirla de la mano del nieto de Yousuf.

(Adaptación) https://www.gutenberg.org/. Imágenes: pixabay.com


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