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La Cenicienta - 2

El hada madrina recogió una calabaza del huerto, la vació y cuando solo quedó la corteza, la tocó con su varita, e inmediatamente la calabaza se convirtió en una magnífica carroza dorada.

 Se acercó al granero, en donde vio seis ratones que corrían a esconderse y dando un golpecito con su varita, los convirtió en seis hermosos caballos de color gris como los ratones.

Luego se acercó al gato que estaba durmiendo en la ventana, lo tocó con su varita mágica y se convirtió en un elegante cochero con hermosos bigotes.

—Tan solo nos faltan el vestido y las joyas -dijo el hada madrina.

El hada tocó a Cenicienta con la varita y sus ropas se convirtieron en vestidos de seda con adornos de pedrería. Luego tocó sus viejas sandalias que se convirtieron en unos hermosos y brillantes zapatitos de cristal.

—Ahora ya puedes ir al baile- dijo el hada-, pero recuerda que el hechizo solo durará hasta la medianoche. Cuando el reloj dé las doce campanadas, la carroza, los caballos, el mayordomo y tus vestidos volverán a ser lo que eran anteriormente.

En palacio anunciaron la llegada de una hermosa joven montada en una espléndida carroza y el hijo del rey salió a recibirla. Le dio la mano para que bajara de la carroza y la llevó al salón donde estaban los convidados.

—¡Qué hermosa es!- dijo el rey a su esposa-. No recuerdo haber visto nunca una joven tan hermosa en todo mi reino.

Sonaron los violines y el príncipe la sacó a bailar. Pero al tercer baile, el reloj del salón dio la primera campanada de las doce de la noche. Cenicienta se apresuró a salir corriendo y en su carrera perdió un zapatito que no se paró a recoger. Montó en la carroza y desapareció  a toda prisa en la noche.

Horas después regresaron las hermanastras a casa tristes y apenadas.

-¿Cómo os fue el baile?- les preguntó Cenicienta pues sabía que no la habían reconocido.

—El príncipe no nos hizo ningún caso ni nos sacó a bailar, pues ha ido la más hermosa joven que pueda verse, y el príncipe solo la miraba a ella.

Al día siguiente, el hijo del rey mandó publicar un bando a son de trompeta, diciendo que se casaría con aquella joven con la que había bailado. Y para encontrarla envió emisarios para probar el zapato en todas las señoritas del reino. Cuando llegaron con el zapato a casa de las dos hermanas, estas hicieron grandes esfuerzos para que su pie entrase en el zapatito, pero sin lograrlo.

—Ven aquí jovencita. Siéntate y prueba este zapatito - dijo un enviado del rey al ver a Cenicienta.

Sus hermanas se rieron y se burlaron de ella. El emisario que probaba el zapato, les dijo que tenía orden de probar el zapato a todas las jóvenes del reino. Hizo sentar a Cenicienta, y acercando el zapatito a su diminuto pie notó que era exactamente el pie que se adaptaba a aquel zapato.

En esto llegó el hada madrina, quien tocando con su varita los vestidos de la Cenicienta los convirtió en otros aún más preciosos que los que había llevado al baile. Vestida como estaba, la llevaron al palacio del joven príncipe quien la halló más hermosa que antes y se casaron a los pocos días.

(Adaptación)Texto disponible bajo la Licencia Creative Commons. Imágenes: pixabay.com


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