El flautista de Hamelin
El 28 de junio del año 1284 la ciudad de Hamelin amaneció repleta de ratas. Ratas grises, ratas negras, ratas marrones...Las ratas se peleaban con los perros, mordían a los gatos y mataban a los conejos. En las casas comían toda la comida de las personas, en las cuadras comían la comida de los animales, en los campos comían los cereales y las castañas. Al cabo de una semana la gente ya no tenía qué comer.
—¡Ah! ¡Hay ratas debajo de la cama!- se quejaba la señora Gertrud.
—¡Me ha mordido una rata en una mano! -chillaba el señor Otto.
—Tenemos que hacer algo. Hablaremos con el alcalde -dijo Hans el cocinero.
Cuando estaban reunidos en el ayuntamiento, vieron a un personaje extraño que entraba por la puerta. Era un hombre alto y delgado, de ojos azules y el cabello rubio recogido en una trenza, dedos largos y con una flauta en la mano. Vestía una túnica roja que le llegaba hasta lo pies; por debajo de la túnica se veía una camisa verde; su gorro era largo y estrecho como un cuerno de buey.
—Señorías, sé cuál es su problema y si me pagan mil florines yo puedo eliminar todas las ratas de la ciudad.
—Trato hecho. Pero no tendrás tu dinero hasta que no veamos la ciudad libre de ratas.
El flautista se situó en la plaza mayor y comenzó a tocar su mágica flauta y de una en una, de diez en diez, de veinte en veinte, todas las ratas se juntaron en la plaza y también en las calles adyacentes puesto que todas no cabían en aquel espacio. Entonces el flautista fue desfilando con paso firme por la calle principal y todas las ratas lo siguieron.
Pasaron por delante de la iglesia y todos los fieles que en ella estaban salieron a mirar, pasaron por delante de la escuela y todos los niños con su maestra se asomaron a los cristales de la ventana. La comitiva se fue alejando de la ciudad en dirección al río Weser. El flautista se metió en el río y todas las ratas lo siguieron y una a una se ahogaron todas en él.
Entonces el flautista regresó a la ciudad a reclamar su dinero pero la gente se negó a dárselo.
—Solo te daremos cien florines pues no te ha costado ningún esfuerzo – dijeron unos.
—Vete si no quieres que te acusemos de brujería – dijeron otros.
El flautista se alejó enojado y la gente quedó muy tranquila en Hamelin haciendo de nuevo una vida normal hasta el 26 de junio del año siguiente. Ese día, apareció de nuevo por la ciudad el extraño personaje.
Aguardó a la salida de la escuela y se puso a tocar su flauta mágica y todos los niños lo siguieron. El flautista se fue alejando de la ciudad y se dirigió a las montañas seguido de todos los niños; todos excepto uno que era sordo y no oía la flauta, otro que era ciego y se perdió por el camino y otro que era cojo y no consiguió seguir el paso de los demás.
Una vez en la montaña, esta se abrió y apareció una gran cueva en donde fueron entrando todos los niños. Una vez que estuvieron todos dentro, la montaña volvió a cerrarse y los niños no volvieron a aparecer nunca más.
(Adaptación) Cuento clásico. Imágenes: pixabay.com
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