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El gato con botas 1

Había un pobre molinero que al morir dejó sus pocos bienes repartidos entre sus tres hijos. Al mayor le dejó el molino, al segundo el burro y al más pequeño un gato.

—Mi hermano mayor podrá ganarse la vida con el molino. El segundo, con su burro, podrá llevar y traer los sacos de harina. Pero yo, ¿qué voy a hacer con un gato? Me moriré de hambre – se quejaba el hijo menor mientras acariciaba su gato.

—No os pongáis triste, señor amo. Dadme un saco y un par de botas y os convenceréis de que la herencia que os ha correspondido no es tan mala como creéis.- dijo el gato al que llamaban Michu.

Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se puso sus botas, y poniéndose el saco a la espalda se fue a un campo donde había muchos conejos. Metió zanahorias en el saco, y escondiéndose detrás de un árbol, esperó a que algún conejo se metiese en el saco para comer lo que dentro había puesto.

Al poco tiempo entraron dos incautos conejos a comer las zanahorias y el gato, cerrando inmediatamente la boca del saco, los mató golpeándolos con una piedra y fuese al palacio del rey.

—Señor: el marqués de Zenón, - este fue el título que dio a su amo pues por este nombre era conocido el castillo más grande que había por aquellas tierras-, me ha encargado os ofreciera estos conejos.

—Di al marqués -contestó el rey-, que le doy las gracias y recibo con gusto su regalo.

Otro día Michu fue a un campo, donde se ocultó teniendo el saco abierto y con algunos granos de trigo dentro, y cuando se hubieron metido en él cuatro perdices, cerró el saco y fuese enseguida a regalarlas al rey, como había hecho con los conejos.

Durante algunos meses el gato continuó llevando al rey conejos y perdices como regalo de su amo. Supo un día que el monarca debía pasar con su carroza y acompañado de  su hija, la más bella de las princesas, por cerca del molino, y dijo al pobre hijo del molinero:

—Si seguís mi consejo vuestra suerte cambiará, y para lograrlo no tenéis más que hacer sino bañaros en el punto del río que os indicaré, y luego dejadme obrar.

El hijo del molinero hizo lo que su gato le aconsejaba, sin adivinar lo que se proponía. Se metió en el río mientras el gato escondía la ropa de su amo detrás de unos matorrales. Cuando pasó el rey, comenzó a gritar tan alto como pudo:

—¡Socorro!, ¡socorro! ¡El marqués de Zenón se ahoga!

A sus gritos el rey asomó la cabeza por la portezuela, reconoció el gato que le había traído conejos y perdices tantas veces, y ordenó a su escolta que fuese volando en socorro del marqués de Zenón.

Mientras sacaban del río a su amo, el gato se acercó a la carroza y dijo al rey que durante el tiempo que el marqués había estado bañándose habían venido unos ladrones y se habían llevado sus vestidos.

(Adaptación)Texto disponible bajo la Licencia Creative Commons. Imágenes: pixabay.com


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