Hansel y Gretel - 1
Érase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel. La madre de los niños se murió y el leñador volvió a casarse con una mujer malvada llamada Agnes.
El leñador quería mucho a sus hijos pero como casi no tenían nada para comer, una noche la malvada esposa del leñador le dijo:
—No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Mañana, cuando salgamos a trabajar, llevaremos a los niños con nosotros a la parte más profunda del bosque. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa.
El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo:
—Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre? - y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque.
Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planeaba su madrastra.
A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dio un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de piedrecitas blancas, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer las piedras formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque.
Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caído y la malvada madrastra les dijo:
—Esperad aquí sentados hasta que terminemos de trabajar. Después ya os venimos a recoger.
Por largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche. Cuando la luna iluminó las piedrecitas blancas dejadas por Hansel, consiguieron volver a casa siguiendo el camino marcado por las piedrecitas.
Ya era de madrugada cuando los dos niños llegaron a su casa y llamaron a la puerta. El leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho, pero Agnes estaba muy furiosa.
(Adaptación)Texto disponible bajo la Licencia Creative Commons. Imágenes: pixabay.com
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