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El patito feo

Era primavera y mamá pata llevaba tiempo incubando sus cinco huevos, uno de los cuales era más grande que los otros. Por fin, un huevo tras otro se iban partiendo y los patitos asomaban la cabeza.

—¡Cuac cuac! -dijo la pata, y los cuatro dijeron ¡cuac cuac!.

La pata se levantó del nido para ir a nadar con sus patitos, pero observó que el huevo grande aún no se había partido y siguió en el nido.

—Bueno, ¿cómo te va? - preguntó un pato anciano que vino a visitarla.

—Oh, este huevo parece que no eclosiona. Aguardaré aquí en el nido esta noche y si no se rompe, lo abandonaré

Al amanecer del día siguiente, el cascarón del huevo por fin se rompió, su madre dijo ¡cuac cuac! y el patito dijo "¡ac ac!" saliendo del huevo.

A continuación mamá pata y toda su familia salieron a nadar por el estanque en busca de comida.

—¡Cuac cuac! – dijo mamá pata que iba delante.

—¡Cuac, cuac! ¡Cuac, cuac! ¡Cuac, cuac! ¡Cuac, cuac! ¡Ac, ac! – respondieron los cinco.

—¡Cuac cuac! – repitió la madre y se sumergió en el agua.

Y un patito tras otro también se sumergieron con un ¡cuac cuac!, excepto el más grande que dijo ¡ac, ac! y tan solo sumergió la cabeza.

—¡Qué lindos patitos tienes! – dijo una garza que estaba pescando en la orilla-. Excepto ese grandote que es muy feo.

—Es feo porque ha permanecido demasiado tiempo en el huevo y por eso no ha adquirido la forma adecuada, pero lo quiero igual que a los demás.

Los cuatro patitos se sumergían en el agua y jugaban entre ellos, y poco a poco fueron dejando de lado al pato grande que se sentía solo y triste por ser diferente a sus hermanos.

Los patos fueron creciendo y al cabo de ocho semanas ya se fueron por sí solos abandonando a su madre.

—Ya eres mayor y tienes que irte  -le dijo la madre al patito feo-. Ahora va a llegar el invierno y la comida escasea.

El patito feo salió del estanque y se escondió entre unos arbustos llorando desconsoladamente.

—¿Y tú qué animal eres ? -le preguntó una gallina que andaba buscando gusanos por allí.

— Soy un pato -respondió el patito.

—Pues no he visto un pato con ese cuello en mi vida -dijo la gallina.

El patito feo se fue corriendo, atravesó un prado grande y llegó a un gran lago. Cuando ya estaba a la orilla del agua, vio venir a un perro hacia él y se quedó quieto pues no le importaba morir. El perro lo olisqueó y siguió su camino sin hacerle daño.

—Soy tan feo que ni siquiera el perro quiere comerme -se dijo.

Tenía hambre y se lanzó al lago en busca de algunas hojas tiernas o de algún renacuajo para comer.

Y cuando estaba nadando, toda una bandada de hermosas aves extendiendo sus espléndidas y grandes alas se posaron en el agua. Eran de un blanco brillante y tenían cuellos largos y flexibles.

—¿Por qué andas tú solo?-le preguntaron.

—Es que soy un pato muy feo y nadie quiere estar conmigo -respondió con tristeza.

—¿Un pato? ¿Tú? Pero si eres un hermoso cisne -dijo la cisne hembra más linda de la bandada-. Mírate en el reflejo del agua y verás que eres como nosotros.

El patito feo  se miró en el reflejo del agua y vio un hermoso cisne de cuello largo y con brillantes plumas. Dijo ¡ac, ac, ac, ac! lleno de alegría y al día siguiente partió con la bandada de cisnes hacia el sur.

(Adaptación)Texto disponible bajo la Licencia Creative Commons. Imágenes: pixabay.com


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